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La suspensión de los servicios de trenes de pasajeros en la provincia aparece como otra señal de los tiempos que corren desde que el macrismo asumió el gobierno del país.
Problemas en dos puentes en la provincia de Buenos Aires cortaron el servicio que llegaba de la Capital Federal. Las autoridades locales enviaron una notificación al Ministerio de Transporte hace casi un mes pero todavía no ha llegado una respuesta.
En tanto el tren entre General Pico y Santa Rosa también está sin funcionar y las autoridades provinciales estiman -pues tampoco tienen información precisa- que se originó en la poca demanda de pasajeros.
En cambio continúa normalmente el servicio de cargas Bahía Blanca-Rosario, un eje estratégico para el sector agroexportador, que ya fue generosamente beneficiado con dos medidas que le significaron un incremento superlativo de su renta: la devaluación y la quita y reducción de retenciones a las exportaciones.
La falta de información precisa sobre el cuadro de situación de este servicio también es sintomática y no permite augurar buenas expectativas sobre su futuro.
El gobierno nacional puso las cartas sobre la mesa en el primer minuto de su gestión y el reciente viaje a Davos del Presidente de la Nación no hizo más que ratificar los lineamientos del nuevo rumbo económico que considera al Estado poco menos que un sobrante del mercado y la prestación de servicios públicos un negocio que privilegia el rédito económico por sobre el social.
La apuesta a la recuperación de los ferrocarriles fue una de las medidas -por cierto que tardías- del gobierno anterior que más respaldo cosechó entre los sectores medios y bajos de la población.
Esos amplios segmentos sociales que vieron en el retorno de los trenes una mejora en su calidad de vida tenían muy presente en la memoria colectiva la destrucción de ese vital servicio de transporte durante la década de los noventa. El menemismo aplicó en esos ominosos años de remate del patrimonio nacional el mismo pensamiento economicista que a partir del 10 de diciembre volvió a campear en el país.
Aquí en La Pampa el reciente retorno del ferrocarril había sido saludado con alegría hasta con movilizaciones populares multitudinarias que hicieron reverdecer las estaciones abandonadas o reconvertidas en despachos burocráticos de diversos organismos públicos.
Todos sabían que era una apuesta a mediano y largo plazo, que el nivel de inversiones requeridas exigía una planificación estratégica a fin de recuperar la confianza pública en ese medio de transporte que en otros tiempos fue el motor que permitió desarrollar regiones alejadas y comunicarlas con el resto del país.
Eran tiempos en que el desarrollo socioeconómico se orientaba con parámetros muy diferentes a los que hoy vuelven a reinar en el país de la mano del macrismo.
Todos los países extensos del planeta, como lo es Argentina, tienen servicios ferroviarios de pasajeros y de cargas bien atendidos y desarrollados. Para lograrlo es crucial la participación activa del Estado.
Este es, precisamente, el grave problema que hoy enfrenta el ferrocarril en Argentina. Y lo que conspira contra el optimismo.
laarena
27/01/2016